Nuestro mestizaje ha heredado las raíces europeas, la española, por supuesto, que fusionada con todos los pueblos de las llanuras ha dado como resultado de esa simbiosis una cultura bastante extrovertida, muy alegre y eso se lo demuestra en todas las fiestas que los cruceños tienen. Todo esto tiene su clímax en las fiestas del carnaval. Se habla mucho de que el Carnaval cruceño, a través de su corso y su forma de festejo, es muy tradicional y que hay que preservarlo tal como era. Es decir, un Carnaval con las comparsas saliendo por las calles y con las casas de espera, que existían desde finales del siglo XIX, pero que se refuerza después de la Guerra del Chaco.
Es muy difícil tratar de mantener todas las tradiciones, porque son otros tiempos y las nuevas generaciones quieren aportar con ideas creativas. Ante ello sostengo que es una obligación de los mayores inculcar el conocimiento de la tradición histórica de los festejos del Carnaval, para que en base a la esencia de la fiesta misma no se pierda el sentido que esta tiene para los cruceños.
Antes no había tanta suciedad ni pintarrajeado, aunque en la época de la visita de Alcides D’Orbigny, en 1831, ya se tiraban cascarones de huevos con aguas perfumadas o tinta.
Ahora, lo que se está haciendo en Carnaval, desde los años 80, es extraer partes de los carnavales europeos y brasileño para estructurar un tipo específico de Carnaval en esta ciudad. No estoy de acuerdo con muchos que dicen que el Carnaval cruceño siempre fue tradicional, costumbrista y popular y que así debe seguir siendo.
Hay que resaltar, eso sí, que el Carnaval cruceño es único en Bolivia, porque no tiene un origen ni una práctica religiosa, contrario al Carnaval orureño.
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