Si hablamos de carnavales europeos, probablemente la imagen que venga a nuestra mente será la del Carnaval de Venecia.
En realidad, el carnaval veneciano no es un carnaval, es el carnaval por excelencia. Parte de su magia radica en la ciudad donde transcurre, un sitio misterioso y mágico donde cada callejuela tiene alguna historia escondida, o al menos eso parece cuando caminamos entre sus edificios y casas de cientos de años.
El origen de la fiesta
Se dice que esta fiesta surge alrededor del siglo XVII, cuando la nobleza comenzó a mezclarse con el pueblo para disfrutar de las fiestas del vulgo sin ser reconocidos. Entonces un disfraz les permitía pasar desapercibidos. Así, los trajes típicos de la realeza de aquella época se mantienen hasta la actualidad, por lo cual en las calles pululan los sombreros de tres puntas, los vestidos de seda y mucha distinción.
Por supuesto, con el paso del tiempo a los originales colores negros se le ha ido sumando una paleta muy variada que regala a la vista un cuadro fabuloso, explosión de colores, creatividad y belleza.
La mayor vida del carnaval se halla en la plaza San Marcos, de por sí bastante impresionante por sus construcciones y sus emblemáticos leones de oro. Allí se realiza una suerte de pasarela de disfraces mientras que algunos muñecos inmensos y mitológicos animan el estrado.
La cantidad de personas que recorren en la zona carnavalesca es realmente impresionante. “Desde que pones un pie en tierra toca acomodarse al andar lento de la multitud, sólo adentrándose en las callejuelas laterales es posible hallar un tanto de tranquilidad y espacio; a la par de ofertas gastronómicas más económicas que aquellas que pueden degustarse en pleno carnaval”, explica el periodista y viajero Manel Ribes, al diario La Vanguardia, de Barcelona.
Lejos del barullo también se puede disfrutar con tranquilidad de los puentes sobre las aguas y de las góndolas que se mueven entre los canales.
Con gran personalidad
El Carnaval de Venecia tiene personalidad y magia propias y va más allá de la turística imagen de la nariguda máscara del doctor de la peste que abarrota los talleres de la ciudad.
Antaño (hay referencias desde el siglo XI, aunque no fue hasta XIII cuando se declaró festividad pública), el carnaval ya constituía una de las fiestas populares más apreciadas por los ciudadanos y celebrarlo suponía una especie de cantar de gesta donde cualquier acontecimiento se utilizaba como fuente de inspiración, de forma que la historia y la realidad se mezclaban y confundían en una fiesta.
Pero no fue hasta el siglo XVIII cuando el carnaval logró su máximo apogeo, porque príncipes y nobles de media Europa se escapaban, disfrazados para no ser reconocidos, a Venecia, para disfrutar de una juerga que duraba varios días.
“Los tiempos han cambiado y la gente también y desde hace unos 20 años al Carnaval de Venecia acuden los que pueden, los que su bolsillo se lo permite, para observar, participar y soñar de ese ambiente callejero, musical y extravagante que hace que por unos días la vida sea mágica y vivirla ' un sueño”, sostiene el delegado cultural veneciano Michelle Molinari. Pero si hablamos de sueño, no cabe duda de que el Baile del Doge pertenece a los cuentos de hadas. Se trata del baile de máscaras más exclusivo del mundo y el glamoroso evento más codiciado por los del jet-set internacional que cada año acude a Venecia a disfrutar y a soñar, porque allí participan artistas y conocidos personajes del mundo que siempre soñaron con el carnaval.
Dicen que uno no se puede morir sin haber ido al Baile del Doge, porque, entre otras cosas, es la antesala del paraíso, una fantástica producción que va más allá de una maravillosa fiesta. Su artífice, Antonia Sautter, lleva años celebrándolo para los VIP y las celebridades del mundo, y también para los que pueden permitírselo porque el baile con cena y entrada a la zona VIP cuesta 1.500 dólares, sin acceso a zona VIP, 1.200, y sólo el baile, que empieza a las once de la noche, 600 dólares. Eso sí, el disfraz es obligatorio y o bien se lo trae uno de casa o se alquila.
Los precios, como todo en la vida, dependen del lujo de la tela del traje y del personaje en que se quiera uno encarnar, porque no es lo mismo ir de pobre hombre medieval, que de la mismísima María Antonieta.
Desde 300 dólares a 6.000, todo tiene cabida en una amplia selección de disfraces, a juego con las más selectas, atrevidas y sofisticadas máscaras, diseñadas por artesanos cuya tradición se remonta al siglo XVIII. El resto, como dice Manel Ribes “es simple y llanamente, magia”.
Glamour veneciano
Magia El Baile del Doge representa un mundo cargado de emociones, que va más allá del tiempo, porque este baile-teatro representa la magia del cosmos a través de los símbolos más conocidos: el sol, la luna, las estrellas, aire, agua, tierra, fuego.
Pisani Este palacio de tres pisos es el escenario del Baile del Doge, un lugar de ensueño donde todo es posible.
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