domingo, 2 de marzo de 2014

Comparseros de antaño ellos llevan el carnaval en el corazón y lo gozan al máximo

Elio Coronado (Tronadera), Franklin ‘Tonchi’ Steinbach (Bacanes), Humberto ‘Tito’ Chávez (Surrapos), William ‘Guingui’ Torrico (Taitao), Róger Landívar (Cambas Vagos) y Jorge ‘Chivito’ Aponte, tienen algunas cosas en común: llevan el Carnaval en la sangre, lo disfrutan a más no dar y sin ellos quizá sus agrupaciones no serían las mismas.

Aunque la mayoría está cerca de cumplir o ya pasaron los 70 años y tienen más de cinco décadas de vida carnavalera, aseguran que esperan estos días con ansias y se preparan todo el año para gozar al máximo durante los tres días de mojazón.

Sin embargo, estos comparseros, cuyas agrupaciones encabezaron ayer el corso cruceño, coinciden en que sienten un poco de nostalgia de las carnestolendas de antaño, puesto que era una fiesta más sencilla, segura y se la vivía a plenitud en las calles, en las casas de espera, en las noches de mascaritas y no encerrados en los garajes como los jóvenes de ahora.

“El Carnaval no solo es saltar, brincar y bailar entre los miembros de una comparsa, sino que también es el encontrarse con los amigos, es compartir con los vecinos que esperan el paso de las agrupaciones y es andar por las calles. Por eso no debemos dejar que el Carnaval de antaño muera”, señaló Elio Coronado (71), presidente de Tronadera, una de las comparsas más antiguas y que después de 70 años, todavía sigue en actividad.

¿Y las esposas siempre los apoyaron? Les consultamos. A lo que todos respondieron que ellas los conocieron así, carnavaleros, razón por la que a la mayoría los han sabido ‘aguantar’. Con lo único que ellas no estaban muy conformes y se quedaban un poco molestas, era cuando sus maridos se iban a las 11 Noches de mascaritas y sus yapas, coincidieron en señalar estos seis comparseros.

Un carnavalero que trata de preservar las tradiciones
Coronado comenzó a carnavalear a los 21 años con una agrupación de vecinos del parque El Arenal que se llamaba Los Jichis, luego estuvo en Los Chichis y desde hace 30 años forma parte de la comparsa Tronadera.

“Llevo grabada en mi memoria la Santa Cruz de antaño y trato de preservar todas nuestras costumbres y tradiciones y el Carnaval forma parte de ellas. Por eso como cruceños no debemos dejar que muera esta fiesta que, desde que tengo uso de razón, se hizo en la calle en los alrededores de la plaza. Debemos cultivar esas vivencias de las comparsas de antes a las que nos caracterizaba la sencillez, la alegría y primero la tamborita y luego la banda, nada de conjuntos musicales”, resalta.

Para el corso, agrega, los camiones antiguos o las carrozas salían adornadas con hojas y árboles de plátano y de motacú. Eran muy sencillos, no había el lujo y la fastuosidad que se ve actualmente.

Desde que don Elio carnavalea ningún año se le pasó por la cabeza dejar de hacerlo, ya que nunca tuvo un inconveniente que le impidiera participar en las carnestolendas. Aunque dice que ya tiene varios años encima, él se siente muy bien de salud y animado para todos estos días de festejo.

“Yo soy quien dirige la batuta en mi comparsa, soy el que les infunde aliento y les transmito alegría. Nunca me desmido en la bebendurria para controlar que todo salga bien”, dice este carnavalero de corazón que se siente muy orgulloso de que su comparsa Tronadera siga vigente después de siete décadas y que haya sido anoche una de las que abriera el corso cruceño.

El Carnaval de la calle no debe desaparecer
Tonchi Steinbach (69), de la comparsa Bacanes, lleva 53 años participando, año tras año, en las fiestas de Carnaval y afirma que nunca se ha cansado y que más bien cada año la disfruta al máximo porque él se identifica con la alegría que se vive en los días de mojazón.

En los últimos años de la secundaria y antes de irse a estudiar Medicina al exterior, formaron junto a otros 60 jovencitos la comparsa Holgazanes, de donde luego se desprendieron los Bacanes, que es la agrupación de la que desde 1965 y hasta hoy, forma parte.

Rememora que ese año para el corso precisamente salieron con un carro que encima llevaba un auto Mercedes Benz y todos los comparseros estaban vestidos con traje elegante y aristocrático, con corbata de michi. Ese año su primer reina fue Liliana Gutiérrez, que era Miss Bolivia.

Asimismo, relata que al año siguiente quisieron hacer lo propio con la misma reina, pero como estaban un poco tomados, la madre de Liliana Gutiérrez no la dejó salir con ellos y subieron al socio Joaquín Monasterio como rey con cetro y corona. Fue una sorpresa para todos y motivo de mucha risa.

Recuerda que cuando comenzó a carnavalear, él y sus compañeros no tenían recursos para pagarse la tamborita, razón por la que nombraban a padrinos para que les financiaran el festejo. Además, hacían diferentes bailes y actividades para recaudar fondos.

“Somos una comparsa que está cumpliendo sus 50 carnavales de tradición en las calles, de barriales y arenales y cada uno ha sido mejor que otro, disfrutando al máximo con mucha alegría, muchas anécdotas y con amistad al por mayor. Lo que más me gusta es ver cómo el cruceño saca sus sillas a la calle y celebra junto con los comparseros esta fiesta que es del pueblo”, resalta.

Agrega que el Carnaval siempre queda corto por el desborde de alegría y por el espíritu de libertad de los cruceños, por esta razón es que siempre se lo trata de alargar, primero se lo hizo con las 11 Noches de máscaras y cuando estas estaban casi a punto de ‘morir’, comenzaron las precarnavaleras que antes eran unos días y ahora se extienden durante un mes.

Destaca que este año la Asociación Cruceña de Comparsas está tratando de revivir a las tradicionales casas de espera, que con el paso del tiempo estaban tendiendo a desaparecer.

“Santa Cruz ha crecido de manera fenomenal, ya no es un pueblo, sino una gran ciudad. A pesar de todo, considero que como cruceños debemos luchar para darle un espacio y preservar nuestro Carnaval tradicional y no permitir que se acabe y se vuelva en una fiesta como cualquier otra que acaba en un simple encierro”, argumenta Steinbach.

El carnaval, la chobena y el taquirari deben imponerse
El ‘surrapo’ Tito Chávez (66) se inició como carnavalero a los 14 años y prácticamente a escondida de sus padres porque no lo dejaban carnavalear. De eso hace ya más de 52 años y pese al tiempo transcurrido, afirma que todavía tiene muchos años por delante para seguir celebrando con ahínco la fiesta grande de los cruceños al ritmo de los taquiraris, chobenas y carnavalitos.

En aquellos años llegaron a formar dos agrupaciones que eran enemigas, una se llamaba Silver y la otra era Tíger, que siempre estaban compitiendo por cuál era la mejor, la que más madrinas tenía. Sin embargo, con el paso del tiempo se acabó la enemistad, se fusionaron y formaron la comparsa Surrapos, que don Tito preside desde hace más de 20 años.

Como eran jóvenes y no tenían recursos para pagar la tamborita ni para la bebida, ahorraban de la mesada que les daban para el recreo y buscaban a grandes industriales para que los apadrinen. Las únicas bebidas que consumían eran el culipi y el yungueño, ya que eran las más baratas, cuenta.

“Sigo y seguiré carnavaleando mientras mi salud y la vida me lo permitan. Me encanta esta fiesta porque me gusta la vida alegre. Soy una persona muy amiguera y me gusta fomentar la cultura de nuestra fiesta grande.  Creo que los carnavaleros de antaño nos hemos convertido en los guardianes de nuestras costumbres”.

Considera que los cruceños más jóvenes deberían dejar de festejar el Carnaval con conjuntos y música foránea y que más bien, aprendan a bailar al ritmo de la banda con la música autóctona.

Asegura que esta pasión por el Carnaval la han heredado sus hijos y hasta sus nietos, a los que siempre trata de inculcarles las costumbres y tradiciones cruceñas para que no se pierda cuando él ya no esté, además de la música autóctona y el gusto por la banda.
“Esta fiesta para mí es un relax total. Es la mejor manera de desestresarme después de tanto trabajo. Me gusta tanto, que los tres días, además del corso, se me pasan como si fuese un solo día”, dice entre risas.



Hacen falta las noches de mascaritas
Don Guingui Torrico (65), de la comparsa Taitao, formó su agrupación junto a un grupo de estudiantes del colegio La Salle en el año 1963. “En la década del 60 y 70 fueron los mejores carnavales de mi vida porque tuve la oportunidad de conocer a la Santa Cruz de antaño. Nos divertíamos sanamente, jugando en las calles en una convivencia pacífica en un pueblo que no pasaba de los 50 mil habitantes. Fue una etapa muy hermosa de la que guardo lindos recuerdos y aunque tenía poco dinero para carnavalear, esos años los disfruté a más no dar”, cuenta.




En el año 1976 coronaron a Kitty Landívar, que marcó el inicio de los reinados fastuosos y elegantes. Luego volvieron a coronar en dos oportunidades más y considera que esos años también fueron inolvidables.

“Llevo el Carnaval en la sangre, lo siento, lo vivo al ciento por ciento y me gusta disfrutar de los días de mojazón, de caminar por las calles y del encuentro con los amigos. Lo más lindo de la época de antaño y que creo que hace falta para que nuestra fiesta esté completa, son las noches de mascaritas en El Caballito. Debería retomarse de nuevo esa costumbre, que con el paso de los años se fue perdiendo”, remarca.


Añade que actualmente ve a esta fiesta globalizada; prueba de ello es la incorporación de la Hora loca con la batucada en las precarnavaleras que nada tiene que ver con las costumbres cruceñas. Sin embargo, confía en que los jóvenes con el paso de los años vuelvan a retomar la tradición del Carnaval de la calle y dejen el encierro en los garajes.

Considera que la gente que no está en una comparsa es la que no va a permitir que el Carnaval de la calle desaparezca o muera, dado que es el pueblo el que se agrupa en determinadas calles como la Ballivián y la plazuela Calleja para bailar y compartir entre amigos.



Todo el año parece Carnaval
Para el ‘camba vago’ Róger Landívar (72) el año redondo parece ser Carnaval. No hay día que no tenga una o dos reuniones sociales, puesto que forma parte de diferentes agrupaciones fraternas. Quizá, dice levantándose de hombros, ese sea uno de los motivos por los que se divorció y no se volvió a casar.


“Cuando estaba casado, igual era muy amiguero, fiestero y salidor. Nunca estaba en la casa, al igual que ahora. Todas las noches tengo algún evento al que no puedo dejar de asistir. Por eso digo que el Carnaval para mí es todos los días”, afirma este comparsero que tiene participación activa en 20 instituciones cruceñas y que dice contar con un espíritu libre, además de alegre y que por sus venas corre sangre carnavalera.


Lleva cerca de 60 años carnavaleando, puesto que sus inicios como comparsero se remontan a sus 14 años, cuando con un grupo de amigos formaron una agrupación en el barrio San Roque. “Nuestros padres nos daban plata para saltar y como no alcanzaba, buscábamos a gente pudiente y empresarios para que aporten con algo. También organizábamos el buri camba en La Pascana y en el Club Social y cobrábamos entrada para recaudar fondos y disfrutar de las carnestolendas”, rememora.


Los mejores carnavales de su vida asegura que han sido cuando su comparsa Cambas Vagos coronó en 1967 a Gloria Badrú Landívar en el Club Social, y en 1981, a Claudia Paz Ortiz, cuya ceremonia se llevó a cabo por primera vez en el estadio Tahuichi Aguilera.


Don Róger es quien se mueve para organizar todo lo referente al Carnaval. Él ve la banda, lo que van a comer, las colas, las casacas y todo lo referente al festejo. “En todo este tiempo solo un año no carnavaleé cuando murió mi padre hace 44 años. Ahora mi madre está hospitalizada y dije que no iba a salir, pero me obligan porque soy el que mueve todos los hilos”, argumenta.





Rienda suelta a la alegría
El patrón ‘Chivito’ Aponte (77) está con las pilas bien cargadas para disfrutar de estos tres días de mojazón y alegría. A los 14 años empezó a carnavalear y pese a su edad, aún se siente con ganas y fuerza para seguir dando rienda suelta a su alegría.



Guarda en su memoria los mejores recuerdos de los carnavales de antaño y dice que para él eran los mejores, cuando él junto con sus 80 compañeros salían en el corso, que era alrededor de la plaza, con sus madrinas. “La mejor comparsa y la más buscada era la que tenía más madrinas. Solo la reina brillaba en los carnavales de antaño, lo demás era bien sencillo y la gente miraba y gozaba de lo nuestro. Ahora todos quieren sobresalir y es con miles de dólares”, resalta.



¿Su mejor Carnaval? No hay uno, todos han sido buenos, lo malo ha sido que en dos ocasiones no pudo celebrar esta fiesta porque se lesionó la rodilla en una ocasión y la otra porque su esposa enfermó. Quizá, evoca, los años memorables fueron cuando coronaron a Carmen Fernández, en el año 65, a Eliana Limpias, en 1985, y a María René Antelo en 2009, que lo hicieron de forma conjunta con los Mamarrachos.



“Los Patrones nos hemos caracterizado por ser una de las agrupaciones más sucias para Carnaval; el extinto socio Roly Aguilera era uno de los más cochinos. Creo que antes había más entusiasmo y más compañerismo que ahora entre las comparsas, que ahora buscan más que todo sobresalir y figurar”, señala.






En su criterio, el Carnaval de la calle y las casas de espera tiende a desaparecer porque la inseguridad obliga a los jóvenes a encerrarse en los garajes







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