No hemos hecho el análisis correspondiente a los tres días de Carnaval. Todo lo organizamos menos eso. Nunca lo hemos hablado”, confiesa Joaquín Banegas, presidente de la Asociación Cruceña de Comparsas Carnavaleras (Accc), el principal concesionario de la fiesta grande de Santa Cruz de la Sierra. La Alcaldía otorga la concesión de las precarnavaleras y el corso a los comparseros y estos deben conseguir los recursos para financiar estos eventos, además de pagar los premios para otros seis concesionarios: los organizadores de los otros cinco corsos.
La Alcaldía se limita a aportar Bs 400.000 que se gastan en logística de seguridad durante las precarnavaleras y los corsos. El municipio local tiene aproximadamente $us 1,2 millones por día de presupuesto, por lo que su inversión anual en el Carnaval equivale al 5% de lo que gasta en un día.
Todo esto -y más- salió a la luz en el debate del día después de la pringazón que convocó EL DEBER. Al encuentro asistieron Angélica Zapata, presidenta del Concejo Municipal en representación del Ejecutivo comunal; Saúl Ávalos, concejal por el MAS; Banegas; Gary Áñez, miembro de la comparsa coronadora, Picarones; y Franz Cossío, de la comparsa Pichones, coronadores en 2016.
Lo bueno
Banegas abrió el debate haciendo un resumen de lo positivo de 2015: hubo una óptima coordinación entre la ACCC y los Picarones, lo que permitió llevar el Carnaval cruceño a las provincias con visitas de la reina. Las precarnavaleras volvieron a ser un espectáculo con buena aceptación (600.000 personas, según cálculo de Áñez) y se llegó a un buen corso, con poco retraso.
Cossío añadió que en este Carnaval se han recuperado características que se estaban perdiendo, como buenas precas y la fiesta en las calles, en la cruz carnavalera. Ávalos elogió las precas y el corso y cree que ahí y en los corsos folclóricos y de residentes del interior del país está el Carnaval que en el último tiempo se reclama: limpio y con poca borrachera. Pero cuando acaba el corso, termina lo planificado.
Lo sucio
Zapata, que no participa del Carnaval y que aprovecha los tres días para irse de campamento, se confesó asqueada por la devastación de la plazuela Calleja, convertida en un urinario durante los tres días. “La verdad, no creo que los carnavaleros asociados, los de corazón, tengan la saña para echar pintura a las paredes. Las paredes no forman parte del Carnaval. No hay cultura carnavalera”, afirmó la presidenta del Concejo.
Para ella, la mancha, el destrozo del centro histórico, viene de afuera, “de personajes que vienen del Plan 3.000 que no tienen esa diversión que hay en el centro”. Para Zapata, “los mozalbetes sacaron los plásticos de las casas históricas para pintarlas”.
La tesis es que los que más ensucian la ciudad son los que llegan desde las ciudadelas sin comparsa y que recorren las calles en forma de pandilla, pintando comparseros y manoseando mujeres.
El Facebook está repleto de fotos de comparseros que muestran que no es tan así.
Sin embargo, está demostrado que comparsero organizado e identificado ensucia menos. Este año se organizó la cruz carnavalera, cuatro calles de la ciudad ocupadas por 26 comparsas de cuarentones que prácticamente no mancharon las paredes de la zona. Solo había tres pilares con gotas de pintura y, como instalaron 60 baños, no mearon las calles. Eso sí, contaban con cámaras de seguridad, guardias y solo podían ingresar otros carnavaleros que estén con banda o tambora.
“El que tiene su propia música está de paso”, explica Áñez.
Esto fue tomado como un modelo para replicar en 2016; sin embargo, ya tiene críticos. “Convirtieron las calles en un garaje”, es la queja más común.
La plata
Y cuando no hay autoridad, los desmanes aparecen. Los miércoles de ceniza la noticia es el destrozo del centro. De eso se queja Gary Añez: “Las autoridades se desentienden del carnaval y luego culpan al carnavalero. Cuando un mercado está sucio, los medios buscan a las autoridades no a los que lo ensucian”, dice.
Cree que las autoridades municipales deben ser las que pongan orden, ya que, como confesó Banegas, ellos no están para eso.
Sin embargo, eso no significa que tengan poco que hacer. La ACCC da incluso las vallas con las que se cerca la plaza 24 de Septiembre. Entre los coronadores y la asociación deben tramitar la seguridad con la Policía, darle el refrigerio a los uniformados que deben estar ocho horas entre gente que bebe y se pinta. Además, gestiona la pintura para arreglar los inmuebles patrimoniales. Más allá de los premios, también ponen la fiesta fuera del centro: instalan tarimas en la Villa 1º de Mayo, Plan 3.000 y la Pampa de la Isla los primeros dos días de la fiesta. Todo esto sale de los auspiciadores del Carnaval, principalmente de una marca de cerveza.
Lo feo
Y fue -según Áñez- la pelea entre dicha marca de cerveza y los dueños de una red televisiva que tienen otra marca de cerveza lo que dejó al pueblo sin transmisión del corso. Cree que la falta de publicidad de los cerveceros en el canal hizo que la poderosa red convenza a las otras de no transmitir, aunque admite que solo son rumores.
Como futuro coronador, Cossío exige a la Alcaldía que asuma su responsabilidad sobre el Carnaval; pero Zapata se queja de que “de todo se culpa a la alcaldía”, y pide a los comparseros que se hagan cargo del repintado de todo el centro, incluso de los inmuebles no patrimoniales. Una tarea titánica para la que ya no les alcanza la plata.
Banegas, Áñez, Ávalos y Cossío creen que hay que comenzar a hablar y encontrar una solución a los tres días de Carnaval desde el lunes. Zapata cree que hay que esperar que pasen las elecciones. Todos saben que el miércoles de ceniza de 2016 volveremos a hablar de los mismos problemas
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