La tradicional calle Ballivián, que desde hace años acoge a comparseros y ciudadanos que llegan para compartir los días de Carnaval, se convirtió en ‘la calle de la amargura’.
Al empezar la caminata, del primer anillo hacia el centro de la ciudad, un numeroso grupo de vendedores de pintura ofrecía frascos y botellas por el valor de Bs 1 a Bs 15, sin tener alguna autorización del municipio. La venta la realizaron los tres días de la fiesta y no el último, como se hacía antes para despedir el Carnaval.
Con este ‘arsenal’ de oferta de pinturas, algunos grupos de jóvenes y menores de edad llenaron chisguetes pequeños y de gran alcance, como aquellos que superaron el segundo o tercer piso de los edificios circundantes.
Lo más grave ya no es la pintura, sino ese ‘tsunami’ de jóvenes que corren para llevarse por delante a personas que tratan de divertirse. Se los identifica porque no llevan casaca. A eso, le acompañan las discusiones con otros grupos, provocando puñetazos de los bandos, pero que alcanzan a quienes no los buscan.
La Policía, que estaba ubicada en algunos puntos del tramo mencionado, no es suficiente para la cantidad de personas que pasan continuamente.
Gendarmería, ausente
Los puestos de venta de hamburguesas, anticuchos y otros alimentos se ubicaron sin el debido control. Al lado, de los mismos, había basura por doquier. Por otro lado, los carnavaleros extrañaron los baños portátiles.
Los servicios que prestan los vecinos no son de lo más higiénicos. Queda mucho por hacer para recuperar la tradicional calle Ballivián.
No hay comentarios:
Publicar un comentario