Vallegrande es un pueblo escondido entre las profundas arrugas entre los andes y los llanos. Allí, la vida transcurre tranquila y deliciosa como un refrescante vaso dulzón de rimpollo, que es la mezcla de leche, huevo y una pizca de vainilla. Esa paz de la comarca se transforma durante los días del Carnaval.
Al ritmo de una copla y con la participación de las comparsas o pandillas, el pueblo vive su fiesta más importante del año en carnestolendas. Según datos de la Alcaldía, unas 30 mil personas irrumpen en la localidad y se juntan en grupos que bailan por las calles empedradas.
“Lo mejor de nuestro Carnaval es que conservamos nuestras tradiciones y aún el visitante puede compartir nuestra alegría y cariño”, expresa Pastor Aguilar, quien tiene 93 años y, como dicen por la región valluna, “es un nacido” en la tierra ubicada entre los departamentos de Santa Cruz y Cochabamba.
En los buenos años de don Pastor, las comparsas más importantes eran “Los Sinsuegra” y “Los Amediouso”. Él perteneció a ambas, y los más gratos recuerdos de su vida los fue moldeando décadas atrás. Por aquellos tiempos —recuerda el hombre que no necesita de ningún bastón para caminar erguido— los varones salían con trajes oscuros y las mujeres con prendas blancas,
Los grupos iban de casa en casa y recibían las atenciones de los vecinos. Esa costumbre no ha cambiado, y el cariño de los pobladores sigue intacto y se siente desde la llegada a la terminal, comenta Mario Sandóval Pérez, de la galería cultural de tradiciones de los valles cruceños.
El comerciante cuenta que “el visitante puede llegar con poco dinero y la va a pasar bien. La gente es amable y en cualquier lado uno encuentra algo para tomar y comer, ya sea una copita de licor o una empanadita; todo se invita”.
Pastor Aguilar indica que el afecto de los vallegrandinos no va a cambiar nunca. “Ahora pueden haber carros alegóricos y esas cosas que antes no existían, pero siempre estará el cariño de la gente; porque en las casas, por más humildes que sean, siempre van a invitar algo”.
En la actualidad, las calles son centros de diversión donde los vecinos sacan sus sillas sobre sus veredas y arman fiestas populares. No falta la música porque los anfitriones suelen contratar a intérpretes locales que a punta de concertina y acordeón sueltan las coplas vallegrandinas para el deleite de los carnavaleros.
Según el boletín Vallegrande Urgente, del Centro Unión Vallegrandino, “lo más importante es ver a todos los que asisten al Carnaval alegres y contentos de cualquier forma, lo que motiva a todo visitante a hacer lo mismo y sentirse como en casa”.Costumbre. Como un ejemplo de que las tradiciones siguen galopando por estos lares, el domingo del corso, unos 30 jinetes van en sus mejores ejemplares y se lucen ante los visitantes. Los mejores cabalgadores pueden ganar hasta 200 dólares durante esta presentación.
A la hora de montar a caballo no hay machismo que valga porque las mujeres salen a lucirse en el evento que tuvo a inolvidables amazonas. Ellas, aunque minoría, son las más aplaudidas en la entrada.
Los años han modificado rasgos de la celebración, pero el festejo no ha perdido su esencia. Por ejemplo, antes las comparsas iban con caballos y carretas; mientras que en la actualidad las carrozas llevan a las reinas de las pandillas.
Los carnavaleros suelen contarse por cientos. A pesar de que en Vallegrande hubo migración del campo a la ciudad, durante las carnestolendas los residentes en otras partes del país vuelven a su terruño para recordar la tradición. Según el gobierno municipal, la capital tiene unos cinco mil habitantes; pero esta cifra se multiplica hasta seis veces.
La diversión también se presenta entre los más pequeños. Por ejemplo, en el corso infantil, los niños hacen su ingreso el sábado de Carnaval. Van disfrazados o con trajes típicos de la región.
El Centro de Unión Vallegrandino reseña que las comparsas le dan color a la fiesta. “Los Extraditables”, “Los Mirones”, “Los Tauras”, “Los Malavidas”, “Los Picarones”, “Los Tigres”, “Los Piratas”, “Los Aguilillos”, “Los Mañudos”, “Los Vanidosos” y “Los Mamarrachos”, entre otros, se lucen con sus trajes y disfraces.
A sus 93 años, erguido y sonriente, don Pastor dice que vivió toda su vida en Vallegrande y que no cambiaría su tierra por ningún lugar del mundo. Además, “en Vallegrande se vive el mejor Carnaval”.
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